Nello Ponente


Un símbolo de antigua tradición, ancestral - como es aquel que, en calidad de signo, constituye el componente fundamental del lenguaje pictórico y plástico de Estuardo Maldonado, conserva siempre una irreducible ambigüedad. Fecunda, naturalmente, porque evita la unidireccionalidad impuesta de significados comunes; eficaz porque determina el desarrollo del signo sobre superficies en caminos imprevistos a través de espacios innaturales, pero de una grande carga psicológica. El símbolo es el mito y el recuerdo; a veces la contemplación resignada del pasado. Ocurre entonces forzarlo en su esencia de imagen, traerlo a una condición contemporánea, elevarlo sin temor de desnaturalizarlo, en el procedimiento que lo restituye al presente, que lo convierte testimonio actual de una activa participación.

Cuando, ya hace varios anos que Maldonado llegó a Europa, traía consigo, arraigada a sus origines culturales, esta forma-arquetipo, este símbolo del devenir, del ser y de la muerte.

No sintió la necesidad de una renuncia, y no quiso todavía que se transformara en un carácter de ausencia, o peor aun, del fácil folklore. De él se sirvió en cambio como signo, conservando toda la ambigüedad, y colocándolo en el contexto de una diversa cultura (psicológica y formal), como era aquella europea con la cual necesariamente, tenia que confrontar. No tuvo complejos de inferioridad y no se sintió diverso. Su análisis estuvo muy claro, su procedimiento constante y atento a los desarrollos del lenguaje moderno.

De tal manera podemos hablar ahora, en las obras mas recientes, de una precisa voluntad psicológica. Es decir: partiendo da un recorrido entrelazado sobre la superficie (de flujos y reflujos del signo) que ya deformaba, sin desnaturalizar, el significado del símbolo. Maldonado ha llegado a una depuración y simplificación de la estructura del signo mismo, agrupando los elementos constitutivos fundamentales, para ofrecerles una inmediata y rápida percepción. Pero todo esto, conservando intacta la ambigüedad de la forma arquetípica, (por esto hablo de programación psicológica) y conservando, en consecuencia, la causalidad de las proporciones visivas. Define los objetos, no en un orden rígidamente geométrico si no en una solicitación psicológica. Por eso ópticamente (y es este el mejor testimonio de participación de Maldonado a los problemas de hoy) el limite se alterna a la no limitación, sinusoides se contraponen a andamientos rectilíneos, formas construidas a imágenes resultantes de las mismas sombras a según de las continuas y variables incidencias de iluminación, coloración de mayor y menor persistencia. Y es el signo-símbolo que construye todo esto en una dimensión compleja en que se encuentra, y se perpetua en igual complejidad de significados originales.

NELLO PONENTE, 1970