Bejamin Carrión, fundador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana |
ITALIA, Europa en general, no le han robado ni el alma ni las manos a Estuardo Maldonado, Como París no se robó a Picasso, el español esencial, ni a Chagall, Soutine o Kandinsky, los eslavos de profundidad, ni a Paul Klee, el suizo o a Mondrian el holandés. Estuardo Maldonado, que partió de los dominios telúricos de la escultura en barro en barro de su tierra ecuatoriana a Italia y a Europa en general, nos llega igual de adentro, pero iluminado con las transparencias que sabe ofrecer la cultura, la confrontación con los vuelos del arte en latitudes donde el espíritu y la carne, fundidos, nos entregan la mejor verdad, la única: el hombre contemporáneo.
Mucho se pronuncia el nombre de Paul Klee, el maestro bernés que, sin creerse humillado, se aferró al mandato de la artesanía y afirmó aquella cosa fuerte y creadora: "la línea se va de paseo"... Eso le ocurre a Estuardo Maldonado: maestro de la línea, ésta se le va de paseo, como le ocurría a Klee, y vaga por los dominios de la fantasía, por los anchos caminos de lo abstracto. Y entonces, la realidad ha sido, como en el sueño, superada, y queda para el artista su única pradera sin límites: la libertad.
Y es entonces cuando, como afirma el mismo Klee: "Un trascendente espíritu poético parece iluminar el mundo físico".
La savia y la raíz solamente lo retienen al suelo de la tierra americana. Es inocultable. Y tampoco Maldonado ha querido ocultarlo: grita el origen a través de las líneas y los símbolos. El origen, que ningún artista de verdad, en pintura como en literatura, ha querido ni podido ocultar.
Aquí lo tenemos, lleno de toda la maestría que le ha dado Europa, dentro de su momentánea afiliación al "op", entero y nuestro, internamente poderoso de los jugos nutricios de la tierra materna, y adueñado del aire y de la transparencia, de la sabiduría y el "oficio" de la gran pintura del mundo.
En Estuardo Maldonado, cuya trayectoria he seguido desde hace mucho tiempo, hallamos el artista en si, sin rabia ni polémica. Mirando con altivez sin pretensión su devant soi, tranquilo y bien seguro: seguro de su cabeza, seguro de sus ojos, seguro de sus manos. Y seguros, bien seguros, los dos pies, sobre la propia tierra.
BENJAMIN CARRION 1967